Un final que justifica
Alejandro (El Sur)
8/16/20251 min read


Hay quienes buscan la vida en el arte, y hay quienes buscan el arte en la vida. Hay quien lee para huir de la vida, y hay quien lee para penetrar mejor (por decirlo de alguna manera) en la vida. La mayoría, supongo, no somos muy conscientes de qué buscamos en un libro o en una película. Me refiero a lo que de verdad buscamos, más allá del entretenimiento, el goce del lenguaje y otras respuestas inmediatas que podríamos dar.
En mi caso, cada tanto encuentro en el arte razones que justifican la vida, que me reconcilian con la realidad (por decirlo de alguna manera).
La épica es mi debilidad. No la de Homero, sino una épica más íntima, sin dioses arteros ni populosas batallas. La épica de William Munny en Los imperdonables, aquella maravilla que Clint Eastwood filmó en 1992. La de Cruz y Fierro en el cuento de Borges. O incluso la escena final (epílogos aparte) de una película bastante menor, como El hombre de la máscara de hierro (1998). Ya que hablábamos de justificar, esta conclusión justifica la existencia de la película. Y a veces, en mis peores momentos, también justifica la mía.
Nada mal para una obra menor.
